Pensamientos de una exmigrante
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Pintura: "El barco" Leonora Carrington |
Recientemente hablé con algunos amigos que también pasaron por la experiencia de migrar. Dejaron sus países en diferentes momentos, por X o Y motivos y en circunstancias distintas. Todos ya con acentos mezclados y un largo recorrido de experiencias. Todos pasaron por trabajos horribles, travesías profundas, personajes extraños y sobre todo fondos; tocaron mil fondos, vivieron mil vidas.
Migrar se resume a una ambigua sensación de estar viviendo una vida paralela a la que "tocó". Digamos que al nacer una energía más grande que nosotros nos dice: vivirás en este país, con estas personas y estas costumbres... y al crecer le contestamos: a la mierda, viviré otra vida, una muy distinta, y no solo esa, viviré tres o cuatro vidas más. Seré, si se me antoja, una mujer musulmana, la protagonista de un dorama o seré un monje, seré cualquier otra cosa, pero no esto. Aunque por más que se tenga experiencia, reinventar la vida propia siempre es complicado.
Yo digo que hay dos tipos de migrantes: los que se alinearon con su vida extranjera y crearon un futuro allí, saltaron de una dimensión a otra y se encaminaron de nuevo en una vida distinta pero estable, y los segundos, a los que al parecer pertenezco, son los que dan vueltas, a veces incluso regresan a su país de origen y se vuelven a ir... o siguen recomenzando en distintas ciudades. A los primeros los catalogaría como "buscadores de sueños", querían algo mejor y lo consiguieron, cesó su búsqueda. Los segundos no quieren solo mejorar su vida, de hecho no es eso lo que los mueve, a este segundo tipo es al que yo llamo los "alma de migrante".
Quienes son "alma de migrante" parece que escarbaran en pozos que ya no tienen agua, están ensimismados en una búsqueda que no comprenden totalmente, ¿De dónde provienen estas ganas de reinicio y desestructuración? se preguntan a sí mismos, ¿es ingenuidad?, ¿esperanza?, ¿rebeldía?... ¿Qué me motiva a rozar infiernos, hundirme en pozos de lava, meterme en cuevas oscuras, húmedas; tocar fondos desgarradores? ¿Para qué?... en mi caso era una excusa para escribir, pero además de la escritura había un afán de exploración, un reconocimiento de que la vida acaba y, tal vez, vivir una sola realidad en un país determinado, con los mismos seres, idioma, comida y cultura, significaba negarle un buen uso a vivir.
Quienes tienen alma de migrante, después de un tiempo de estabilidad se preguntan ¿qué vida estoy viviendo ahora?
Yo viví la vida de una latina migrante, viví la vida de una floristera, viví la vida de una gringa que montaba en jets privados. Viví la vida de una gerente en un sex shop, viví la vida de una escritora aislada del mundo, viví la vida de una ama de casa, y ahora estoy viviendo la vida de una periodista colombiana... eso significa que ¿Ahora estoy viviendo la vida correcta?, la que esa fuerza más grande e intangible quería para mí desde el principio? puede que sí.
"Sin embargo, con un poco de nostalgia pero con más alivio que cualquier otra cosa, admito, que estoy segura o casi segura de que mi época fluctuante ha terminado. Hasta aquí llegó. No existe más. Necesito aprender a echar raíz, a estabilizarme, a apegarme a algo. Lo abrazo y lo deseo" esto lo escribí hace casi tres años, cuando volví a Colombia y me convertí en extranjera en mi propio país.
Hoy, tres años después como un organismo vivo que soy, cambié una vez más y admito que mis razones y convicciones más firmes pueden desplomarse, no están protegidas por más que así lo pareciera y regresa esa idea de marcharse, no me ronda constantemente pero sé que está suspendida en mí, en un plano metafísico donde su voz no termina de extinguirse y pienso en una frase que leí hace un tiempo de Juan Carlos Rincón:
"¿Qué es lo que quiero y cómo sé que lo que quiero en realidad es algo que quiero y no se trata de un espejismo construido para distraerme de lo que quiero profundamente?"
Y me pregunto ¿es esta mi vida definitiva? y aún más importante: ¿quiero que lo sea?, ¿cómo han hecho los ancianos para vencer estas incógnitas?... Y a esa pregunta le sigue... ¿vale la pena esta vida definitiva? me respondo que por momentos sí, aunque por momentos mi alma de migrante se ponga frente a mí y me seduzca con la idea de buscar un nuevo rumbo. Y recuerdo que esas respuestas solo se revelan en el lecho de muerte, pertenecen a la misma categoría que la premisa del "amor para toda la vida" que se confirma cuando exhalamos el último suspiro, casi como una sorpresa o un encuentro. Solo al final del recorrido entendemos si desperdiciamos un montón de tiempo o ganamos un montón de vida.
Tan identificado que me asusta…
ResponderEliminarCómo hacer para no preguntarse las mismas cosas?
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